A pesar de la ilusión, el astro arlequinado sigue vagando en el vacío, prácticamente desierto, sin la energía vital esencial que necesita la comunidad de la cebolla para soñar de nuevo con los ojos abiertos. Y es que la vida empieza simplemente por sembrar. Y sin sembrar niños hoy en la Nova Creu Alta, jamás recogerán los arlequinados de mañana. Mientras tanto, con una tierra seca por no labrar, insistir en que “Junts Som Més Forts”, al mismo tiempo que se cierran las puertas de la Nova Creu Alta a los niños cuyos padres no pueden permitirse el lujo de pagar 20 euros por una entrada, no es solo una superflua irreverencia a tantos años de historia, sino una tremenda irresponsabilidad que condena al astro arlequinado a vivir en el inframundo de los pedruscos inhabitados.
