Las Vegas es una ciudad de medio millón de habitantes en el desierto de Nevada, cerca del Gran Cañón del Colorado. Se construyó para albergar hoteles con casinos, pero se ha convertido también en el centro de los grandes congresos y exposiciones del mundo. Además, ofrece espectáculos, muchos autorizados a los niños, como circo, magia, danza, conciertos. Delincuencia, prostitución y drogas son menos visibles que en Madrid o Barcelona.
Eurovegas será aquí como Eurodisney, meta de los niños. Sin embargo, hay un odio ciego en la izquierda hacia ese futuro lugar de ingresos por turismo y, sobre todo, centro euroasiático/latinoamericano de congresos y exposiciones. Es una izquierda beatona y franquista: usa los argumentos del pecado y la perdición. En Franco era inteligible, pero no en quienes dicen defender la libertad, porque él tenía un padre jugador y mujeriego, y una madre religiosa y abnegada, por lo que dictó contra centros de vicio y perdición.
La izquierda intolerante pretende dictarnos sus argumentos beatones, pese a que Eurovegas daría trabajo a 260.000 personas, uno de cada veinte desempleados españoles.
