El Gobierno adolece de simplismo. Así, ha trazado como plan maestro para crear empleo una legión de trabajadores de bajo coste, con sueldos que buscan una equidad con el salario medio de un indio aimará, aprovechando que el territorio se ubica en la Unión Europea, captar los capitales ávidos de empresas foráneas que busquen poder circular libremente por Europa una vez hincado su estandarte en España: bancos, astilleros, gasolineras o distribuidoras de yogur helado, porque con esta política se llegará en el 2015 a unas cifras de paro cero, eso sí, a cambio de ejercer el pluriempleo para poder adquirir los productos de primera necesidad, dado que la mano de obra trabajadora va camino de ser mano de obra esclava. Y el ministro Wert aún no ha entendido que hay que terminar con el subvencionismo. Cualquier país civilizado establece un sistema de becas mediante créditos blandos, es decir, el método más democrático ya que obliga al ciudadano a ser respetuoso con la confianza que en él depositan como estudiante; por la cuenta que le trae termina sus estudios lo antes posible, y a medida que devuelve el importe de la beca al incorporarse al mercado laboral, no sólo permite que otros participen de igual ventaja sino que cada año logra agrandar la bolsa de dinero destinada a becas sin que le cueste ni un céntimo a los ciudadanos.
Lo triste de la crisis es que ha acabado por generar una pobreza de ideas en nuestros administradores que finalmente ha terminado por pintar un panorama en el que la clase baja no tiene fondo, la clase trabajadora no tiene trabajo, la clase media no tiene medios, la clase alta no tiene altura y la clase política no tiene clase.
