Son las de Alemania las elecciones que marcan el destino de Europa, unos comicios que tienen una gran repercusión a escala continental. Alemania es el país más fuerte de la UE y su posición es decisiva en la determinación de las políticas para enfrentar la crisis. Después de los resultados del domingo queda claro que el modelo Merkel, que tiene sus claroscuros, se ha impuesto con claridad meridiana.
“Angie” Merkel ha arrasado, hasta situarse en el borde de una histórica mayoría absoluta. Es su tercera elección, con el mérito añadido de mejorar sus resultados en años de crisis que se llevan por delante a casi todos los gobernantes. Mamá Merkel, así la ven muchos alemanes, ha ido más allá de la ideología y se ha presentado como la madre coraje que conoce los problemas de los suyos y administra con mano de hierro los recursos, la política que controla y lucha contra el descontrol de los manirrotos.
La Alemania de Merkel no es un paraíso, es el tuerto en un mundo con apenas luz. Tienen un bajo paro y atraen a miles de jóvenes trabajadores de los arruinados países del sur. Aunque sea la envidia de muchos, la sociedad germana es cada vez más desigual e injusta, con muchos empleos instalados en la precariedad y con salarios reducidos que lastran a buena parte de su población. Y, a pesar de ello, el modelo Merkel triunfa.
Una cosa está clara, la austeridad y el control del endeudamiento seguirán siendo las divisas de su acción, el programa que a todos nos afecta.Y menos mal que su extrema derecha, la que reclama un euro fuerte para los bárbaros del norte y excluía a los sureños, no ha entrado en el Parlamento.
