Opinió

Super Bowl

Cuando uno llega a los Estados Unidos percibe de inmediato que la mayor parte de las cosas ya las ha visto antes. Hay como un “deja vu” que brota de las cintas cinematográficas. En los EE.UU. todo es mucho más grande de lo que es habitual en Europa y, si las hamburguesas adquieren el tamaño de una tortilla de patatas, ni les cuento cómo son las autopistas, los puentes o las centrales eléctricas. El pálpito es sin embargo haber estado allí mucho antes. Los escenarios se han repetido en las películas y se han convertido para nosotros en una realidad casi cotidiana que incluye los bares de carretera y sus camareras, la pareja de polis de patrulla, los raperos, las guapas ejecutivas con traje de Armani y zapatillas de tenis, los predicadores y los aficionados al fútbol y al béisbol que se pirran por ambos deportes.

No entiendo una palabra de béisbol y apenas entiendo su fútbol, pero como los españoles queremos entender de todo, las redes sociales se han puesto a echar humo por el debate multitudinario en torno a la final de la Super Bowl que enfrentó a los Broncos de Denver y los Panthers de Carolina con un superconcierto en el intermedio que contó –en tan solo quince minutos- con  Coldplay, Beyoncé y otro tío, y que se inició en un espectáculo que dura todo el día, con Lady Gaga cantando el himno patrio.

Este país nuestro pasa de salir en tromba a la calle para manifestarse contra el imperialismo yankee a colapsar las redes sociales para discutir sobre la final NFL. Uno pregunta por ahí quien era Gonzalo de Berceo y te miran con gesto interrogante. Y, sin embargo, todo el mundo parece saber a estas horas quién es Payton Manning.

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