Opinió

Marxismo

Para describir el magnetismo producido ahora hace 100 años (25/10/1917) por la Revolución de Octubre, valga el testimonio de Isadora Duncan, la bailarina de los salones neoyorquinos que, después de viajar a la URSS, declaró: “No sé si me convertiré en bolchevique, pero sé que la URSS es el más grande de los milagros desde hace 2000 años”.
Más adelante, a mediados de los años cuarenta todo el Saint-Germain-des-Prés, sus buenos dos tercios de “Témoignage chrétien” y dos o tres décimas partes del aristocrático distrito XVI (Auteuil) se proclamaban marxistas. En España el fenómeno marxista tardaría más en llegar, pongamos que fue en 1960 y hasta 1990 lo impregnaría todo.

Me ha interesado y mucho el marxismo hasta el punto de viajar a la antigua URSS el primer o segundo año (1971) en que con un pasaporte especial se podía ir allá para así tener una visión siquiera superficial del socialismo real. Lo que vi no me gustó nada.
Las nociones de alienación, de infraestructura (la economía) y superestructura (la ideología), de análisis de la realidad, plusvalía, condiciones objetivas, contradicciones internas y buena parte de las leyes dialécticas, a mi juicio, aún son válidas.
¿Cómo se ha llegado a la desintegración de tal cosmovisión?
Cuando la URSS se desangraba enviando mucho dinero a sus afines de Europa, Stalin al final cerró el grifo, alegando que no estaba dispuesto enviar más dinero para que se lo gastaran en “putas capitalistas” (sic) y otros placeres.Entonces es cuando Stalin proclamó su doctrina del socialismo en un solo país y en la práctica el comunismo se puso al servicio del recostituido imperio de los zares.
Desde siempre me ha intrigado el origen de la vida y nunca he encontrado una explicación convincente de ello. Pero encuentro plausible la explicación que da el materialismo dialéctico. Niega la vida en sí misma porque la considera una propiedad de la materia y esto se demostrará el día no muy lejano en que la vida surja de una probeta.

En su “Crítica de la razón dialéctica” J. P. Sartre cuestiona el materialismo dialéctico por imponerse al individualismo existencialista. Pero, mediatizado por Stalin, Sartre, sin distingos, se cargó el materialismo dialéctico en beneficio del materialismo histórico, es decir, del estalinismo, que pregonaba el fin del capitalismo cuando casi la mitad de la población mundial era de países oficialmente comunistas. Luego, la praxis de todos los partidos comunistas seguiría esta línea y así es como en sus fiestas el P.S.U.C. repartiría “Los conceptos elementales del materialismo histórico” de Marta Harnecker.
Pero no fue solo Sartre quien padeció el embrujo de Stalin. En su poema titulado “Rusia” escribe M. Hernández: “Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos/ has hecho un pueblo de hombres…” Y Alberti, en su “Redoble lento por la muerte de Stalin”, escribe: “Padre, y maestro y camarada: / quiero llorar, quiero cantar./ (…) Cerró los ojos la firmeza/ la hoja más limpia del acero.”
Cuando dos escritores emigrados, Bunin y Balmont, consiguieron publicar, a finales de los años 20, un documentado informe sobre las represalias en la URSS, Romain Rolland los denunció por ayudar a la causa reaccionaria y por barrar a la humanidad el paso hacia la luz y la libertad.
En efecto, quien tuviera la temeridad, como André Gide, de publicar “Retour de la URSS”, se hacía acreedor al sambenito de reaccionario.
“¿Qué hicisteis vosotros gidistas/ intelectualistas, rilkistas…/ pálidas lombrices del queso/ capitalista?”, apostrofó Pablo Neruda en su “Canto general”.
Y sin salirnos de Neruda y de su “Canto general” he aquí cómo enaltecía a Stalin: “Stalin alza, limpia, construye, fortifica…/ pero también castiga./ Y esto es cuanto quería deciros, camaradas:/ hace falta el castigo.” Castigo que también aplaudía Bertolt Brecht: “Cuanto más inocentes son, más merecen que los fusilen.”
El posterior desencanto de los intelectuales con el marxismo no se ha traducido en una pública actitud de crítica y su frustración, en general, los ha conducido al silencio.

“El desencanto de los intelectuales con el marxismo no se ha traducido en una actitud de crítica y su frustración, en general, los ha conducido al silencio”

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