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Sueños sin impuestos

Ha empezado la campaña publicitaria de la Lotería Nacional de Navidad, basada de nuevo en que se trata de una fábrica de sueños, un acontecimiento social cuyo interés aumenta conforme la crisis económica avanza. Ya se forman filas delante de las administraciones más famosas por reparto de premios. Cuanta mayor es la necesidad, mayor es el gasto en juegos de azar. El Gobierno lo sabe y promociona el juego.
Dicen que este año es el último en que se cumplirán los sueños libres de impuestos. Es que ya nada se escapa a los impuestos, nada que se encuentre en manos del control del Gobierno, porque la economía sumergida también se desarrolla al alza. A partir del 1 de enero de 2013 la lotería premiará los sueños con un 20% de descuento, es decir, nuestros sueños valdrán un 20% menos. Nos gravan hasta los sueños, que forman parte de nuestra más profunda intimidad. No sé adónde llegaremos a este paso. El director de la institución de loterías comenta que es un gravamen solidario. La solidaridad debería ser voluntaria porque, de lo contrario, no es tal.
Después de esta campaña nos espera la del cava de las burbujas, otra tradición navideña. Y es que el 22 de diciembre se relacionan los números de lotería premiados con el descorche de botellas en escenas idénticas todos los años, en que se demuestra que el dinero hace la felicidad. Lo malo es que esta Navidad será más pobre en consumo ya que nunca hubo tantos parados ni nunca se suprimió la paga extra a tantos trabajadores. El director de la institución dice que este año se está vendiendo casi la misma lotería que el año pasado. Es un buen negocio la lotería aunque el personal disponga de menos medios económicos. Los anuncios de la lotería y del cava son especiales, se les concede una importancia y una envoltura distinta a los demás. Puestos a ser solidarios, se podría haber reducido el presupuesto de publicidad y destinar parte a causas solidarias. La lotería de Navidad parece que da mucho de sí, tanto como para rodar las imágenes del barco y la tormenta en alta mar en un estudio de Zaragoza, ciudad cuyo mar más cercano se encuentra a más de 200 kilómetros de distancia.

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