Infiltrados

Bélgica se encuentra conmocionada con la noticia de que un número destacado de salafistas se han infiltrado en su ejército y en sus fuerzas de seguridad, en la policía. Sin que eso signifique que todos los salafistas sean miembros de la Yihad y pretenden crear un estado islámico a través de acciones terroristas, las noticias últimas han hecho saltar las alarmas y el gobierno belga ha puesto en marcha una operación para tratar de detectar los focos de posible peligro. En cualquier caso la población siente temor lógico ante el hecho de que salafistas tengan acceso a armamento, explosivos e incluso conozcan la táctica de su ejército y policía para luchar contra el enemigo o el delincuente. Bélgica es uno de los países europeos, junto a Holanda, Francia y el Reino Unido, en los que se ha detectado mayor movimiento de yihadistas, de musulmanes que han logrado incorporarse al ISIS o que se encuentran en contacto con ese ejército terrorista a través de las redes sociales. El ISIS no cede en sus pretensiones ni se arredra ante las decisiones de países occidentales de incrementar los bombardeos contra el territorio ocupado, nunca suficientes para parar los pies a quienes no ponen límite a la brutalidad y además desean inmolarse: una niña de diez años raptada por Boko Haram ha provocado una nueva carnicería en Nigeria al ser utilizada como bomba humana, el secuestro de una joven cooperante francesa en Yemen, un nuevo atentado contra turistas en Egipto, el secuestro de 200 cristianos en Siria, el “desfile” de jaulas por calles de iraquíes de pershmergas prisioneros… y la huida a Siria de tres escolares británicas que quieren convertirse en mujeres esclavas de soldados yihadistas. Estas noticias, sumadas a las inquietantes de que un número considerable de musulmanes radicalizados están dispuestos a sumarse a la yihad, obligan a replantearse la forma en que se debe plantar cara al ISIS y a sus seguidores.