Delatores

Agencia Tributaria (AEAT) ha dado a conocer unos datos, cuando menos curiosos, sobre la creciente importancia de la delación para las inspecciones tributarias. El número de denuncias fiscales que se formulan cada año por delatores es de unas 10.000, cifra que en los últimos ejercicios tiende al alza. Una vez analizadas, las denuncias o se archivan o pasan a formar parte de los planes de inspección. Los chivatazos antes de la ley tributaria de 1986 se incentivaban con el 25% de las sanciones cobradas, pero ahora esa figura no es recompensada por  el Fisco con ningún tipo de beneficio, ni exención, ni perdón en el caso de que los delatores también estuvieran implicados. El chivatazo se va abriendo paso y esa sorprendente floración parece tener poco que ver con el imperativo del deber cumplido, con el benéfico propósito de que los defraudadores pasen por caja. El perfil de los gargantas profundas no engaña: predominan los divorciados, familiares, ex-socios, trabajadores despedidos, competidores y van cobrando peso los expertos informáticos conocedores del uso de la información contable y de los sistemas de ocultación de las empresas que los han despedido. Cada historia es distinta, pero abundan los casos de resentimiento hacia el denunciado. Dicen que la venganza se come en frío, algo que debe de ser verdad en ese terreno si se repara en la tradicional lentitud de la administración para poner en marcha y resolver esos procesos. Resulta gratificante que la ley caiga sobre los defraudaores que esquilman al común de las gentes, pero los móviles de la delación son siempre viscosos y tienen una base moral negra.