Opinió

Europa

Entre la mayoría de ciudadanos había cuajado la idea de que la Unión Europea  era una construcción política de perfil bajo, con una superestructura de cualificados funcionarios de origen muy diverso: los euroburócratas. La UE impulsaba y coordinaba políticas comunes y preparaba directivas cuya finalidad era animar una legislación común. Pero lo cierto es que la mayoría no apreciaba el poder político y económico de la Unión, circunstancia que la crisis se ha encargado de poner de manifiesto de una forma diáfana. La UE ha marcado el guión a seguir por los países con mayores problemas, y se ha convertido en controlador de las planes en marcha.
Las líneas maestras de los planes de ajuste, consolidación fiscal y reformas estructurales que impulsan la mayoría de países europeos en crisis, han pasado a ser prioridades comunitarias, imposiciones de Europa. La UE tiene poder, es la garantía, pero obliga a pasar por el aro, algo que en el fondo agradecen muchos de los Gobiernos que tienen en Europa la coartada casi perfecta para hacer lo que ellos no se atrevían, o eran incapaces de hacer.

Y los Gobiernos han perdido independencia y se someten al dictado de Europa por la necesidad de defender el euro, que no pasa por su mejor momento. Ello requiere una mayor disciplina presupuestaria, requisito imprescindible para hacer frente a los ataques especulativos que aletean sobre las economías más frágiles.
Hasta lograr una unión más sólida en términos económicos y fiscales, Europa tiene mucho camino por andar. La crisis pone en evidencia a casi todos los países, y los agujeros existentes están socavando al euro. Por eso Europa manda y controla.

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