Las próximas elecciones andaluzas se van a disputar a cara de perro, no en vano es el reducto por excelencia del socialismo español. Y en ellas recobrará protagonismo el escándalo de los ERE fraudulentos, una larga serie de despropósitos marcados por la malversación de recursos públicos. Cada caso que se ha ido conociendo, y son muchos, supera al anterior hasta dibujar un panorama que denigra la imagen de la Junta de Andalucía y pone en cuestión la eficacia de los mecanismos de control.
La Junta de Andalucía dedicó una parte importante de sus presupuestos, unos 650 millones de euros, a subvencionar a empresas con dificultades o en procesos de reestructuración. Muchas de esas ayudas se canalizaron a través del oscuro fondo de reptiles. Bastantes ERE tramposos incluían a intrusos, presuntos trabajadores, y generaron desmesuradas comisiones, del orden del 25%, a las consultoras amigas encargadas de su tramitación. Por esa cloaca se fueron más de un centenar de millones de euros.
Posiblemente las elecciones servirán para levantar las alfombras y limpiar los pozos negros que acumulan muchos años de poder absoluto. Aunque sólo fuera por eso, la alternancia debería ser casi obligada como medida de profilaxis social. Treinta años de dominio político apabullante son muchos, tantos que muchos andaluces sólo han conocido al Psoe como una máquina de ganar.
El 25-M , con Andalucía y la sorprendente Asturias, se cierra algo más de un año de elecciones, demasiado para una situación económica que siempre sufre una cierta parálisis cuando suenan las urnas y la incertidumbre.
