En el sur de Europa, léase en Grecia,Italia y España, ha existido tradicionalmente una cierta germanofilia, un reconocimiento a las virtudes que se atribuyen al pueblo germano, que se corresponden con valores que no son dominantes en los paises del Mediterráneo. Se le reconoce capacidad de trabajo, patriotismo, carácter metódico, y se les recrimina su tendencia al militarismo que posiblemente viene de su sentido de obediencia, del gregarismo. Son estereotipos, pero tienen fuertes raíces.
Alemania es el brazo más poderoso de Europa, el motor económico, el gendarme de los países descarriados, alejados de la doctrina germánica. Alemania establece las reglas del juego y se ha erigido en gran acreedora de los países más débiles. Pero a su vez es la gran beneficiada de una situación ciertamente insostenible.
Mientras se debate el futuro del euro, Alemania ve cómo la caída de la moneda común mejora su competitividad y con ello aumentan sus exportaciones dentro y fuera de la UE. La balanza comercial alemana es un exponente de la fuerza del “made in Germany”, ahora revaluado con el efecto divisa.
El desajuste presupuestario de los países del sur, reflejado en la prima de riesgo, también presenta una vertiente altamente positiva para los intereses tedescos. Mucho dinero de los angustiados inversores del sur termina por remansarse en bonos alemanes a interés prácticamente cero. La financiación de su deuda les sale gratis y los excedentes los prestan a precios abusivos. Eso sí, con el riesgo de que sus deudores pueden quebrar. Cara y cruz de la situación que vive Europa.
