Estamos ante una profecía más de las muchas, por supuesto fallidas, que han anunciado el fin del mundo, un negocio que bucea en la confusión y que genera elevadas dosis de angustia y desesperanza en millones de personas. De hecho, un porcentaje llamativo de personas ha dado cancha a esos cantos siniestros que vaticinan un nuevo apocalipsis global, un desastre casi sin remedio a cuenta de una presunta lectura de la astronomía maya.
Se trata de una sobreinterpretación del calendario maya que ha convertido el fin del ciclo de la Cuenta Larga Baktun 13, con una duración de 5.125 años, en el fin del mundo, cuando sólo es el fin de un ciclo y el inicio de otro, un simple cambio de hoja del calendario. Y todo ese episodio ha sido el fermento de una siembra de terror, más una superstición que otra cosa. Pero lo cierto es que hasta la NASA, ejerciendo poco menos que de autoridad máxima en cuestiones espaciales y científicas, ha tenido que pronunciarse al respecto.
La cosmofobia ya ha cumplido su recorrido hasta que encuentre un nuevo argumento para proclamar que la civilización llega a su fin. Lo malo es que todas esas profecías a plazo fijo, como la que tiene hoy su vencimiento, se desvanecen al contacto con la realidad. El mundo es un desastre, pero sigue mal que bien, más bien mal, su marcha.
Hoy empieza un nuevo período, una nueva era, y sólo el dios maya Bolon Yokte sabe qué futuro nos deparará. Entre tanto, parece que el apocalipsis puede esperar, pero buena parte del mundo es víctima de una crisis sistémica a la que no se termina de ver la salida.
