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Antipolítica

El extraordinario resultado electoral alcanzado por Beppe Grillo en Italia ha servido a modo de serio aviso sobre el ascenso de los grupos que representan alternativas populistas,  movimientos que responden al discurso de la antipolítica. Los profesionales de la política no disfrutan en general de buena opinión entre los ciudadanos y no son pocos los que los rechazan de plano hasta considerarlos poco menos que un problema público. La casta, como llaman en Italia a las élites de la política, no pasa por su mejor momento.
Pero el populismo ni empieza ni termina con Grillo. Surge como rechazo ante la falta de soluciones de la política tradicional y se abre paso cuando el desánimo y cansancio de la gente se desborda. Entonces aparecen iluminados que prometen soluciones fáciles para problemas complejos, gentes que reclaman la acción directa de las masas como forma de combatir la corrupción y como instrumento para expresar la indignación de muchos colectivos.

La solución, como por ejemplo proclama Grillo, es  rechazar las exigencias de los tecnócratas y los dirigentes de la Unión Europea, los que recetan sacrificios y recortes, y elevar el salario mínimo a 1000 euros y la semana de 20 horas semanales. Alquileres y salarios sociales para todos e impuestos para las élites y los ricos. Esa fórmula, de imposible aplicación, gana terreno.
De momento en Italia los grillistas, que son muchos y siguen creciendo, han dado un aldabonazo y es de suponer que el ejemplo puede extenderse entre nosotros si el prestigio de la política sigue bajo mínimos. Los salvadores y los utopistas tienen ahí un terreno abonado.

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