Opinió

Y a ti, ¿por qué te ha llamado?

Siendo presidente de México Salinas de Gortari (1988 a 1994), decidió reunir en la Presidencia a los intelectuales más reconocidos del país. Entre los convocados estaba el escritor Germán Dehesa, personalidad unánimemente reconocida y admirada por toda la ciudadanía como un pensador influyente. Germán Dehesa, nacido en 1944 y hoy lamentablemente fallecido, era periodista, escritor, locutor, humorista y promotor cultural… Un hombre de intensa y beneficiosa presencia en todo el país.

Desde Presidencia se hace una llamada a la casa del escritor, llamada que atiende él mismo. En ella le explican que el Presidente quiere celebrar una reunión con los intelectuales más relevantes de México y que él, como es lógico, está invitado. Le dice gentilmente que agradecería mucho que aceptase la invitación.

Cuando concluye la llamada, la esposa del escritor le pregunta, intrigada:

-¿Quién llamaba?

-Ha llamado el Presidente de la República.

-¿Por qué y para qué ha llamado, si se puede saber?

-Pues porque el Presidente quiere celebrar una reunión con la inteligenzia del país.

Y la esposa, sorprendida, le pregunta al desconcertado esposo:

-Y a ti, ¿por qué te ha llamado?

La anécdota no tiene desperdicio. Resulta que un escritor y pensador reconocido por todo el país, con su presidente a la cabeza, no merece esa misma consideración por parte de quien tiene más cerca, de quien tiene a su lado, de quien comparte la vida cotidianamente. ¿Por qué?

La esposa muestra su extrañeza por una invitación que no sorprendería a ninguna persona medianamente informada de México. Y es que la proximidad provoca un paradójico distanciamiento. Esa esposa tiene tan cerca la luz que acaba estando deslumbrada. Y no ve nada ya. No ve los indudables méritos, no ve la indiscutible valía de su esposo. El arco iris solo brilla sobre el tejado del vecino.

Vargas Llosa dijo en el discurso de su nombramiento como Premio Nobel, que su mujer le alababa sin querer cuando decía:

-Tú solo sirves para escribir.

No valorar los méritos o la valía de quien se tiene al lado es un tipo de miopía psicológica que daña y empobrece las relaciones interpersonales.

Pienso en la dificultad que existe en el reconocimiento de los méritos de los compañeros de trabajo. Por celos, por mezquindad, por torpeza, por despiste, por una ridícula competitividad. Es probable que un pequeño defecto de quien es tenido por una eminencia fuera de ese microcosmos, difumine el resplandor de los méritos. Es probable que alguna rencilla personal de al traste con todos los indiscutibles logos del colega.

Este fenómeno ocurre también en otro orden de cosas, no tan personales. Cuando vives al lado de un monumento espectacular o de un lugar especialmente hermoso, tiendes a restarle valor.

La reacción de la esposa de Germán Dehesa me sirve de excusa para hacer una llamada de atención sobre esa falta de reconocimiento a aquellas personas que tenemos cerca. Lo dice el refranero español de manera certera: “Nadie es profeta en su tierra”. Es decir, nadie es admirado y reconocido por quienes están al lado.

Ya sé que es una visión mezquina, pero se justifica contemplando la realidad. Lo he podido comprobar muchas veces. Y lo lamento. Porque son esas personas que tenemos cerca quienes más deberían recibir el afecto, la admiración y el aplauso.

Y, sobre todo, en vida. Porque existe otro fenómeno respecto a la distancia que también opera en el sentido del reconocimiento del valor y del mérito de los seres humanos, Me refiero a la distancia que genera la muerte. Cuando alguien pone tanta tierra de por medio que se va al otro mundo es cuando aparece una avalancha de elogios y de reconocimiento. Lo decía hace unas semanas el líder del Partido Socialista, Pérez Rubalcaba, cuando recibía una catarata de elogios por su actividad política en el momento de anunciar su retirada:

– Los españoles somos muy buenos enterradores.

Pero en vida, no. Pero a quienes tenemos cerca, no. Pero de forma explícita, no. Habría que modificar esa actitud cicatera con aquellos que tenemos más a mano. Porque es a quienes más veces vemos, con quienes más tiempo compartimos y a quienes más bien les haría nuestro reconocimiento y nuestras palabras de admiración y de elogio.

Somos más propensos a los reproches que a los elogios. Como si por aquellos recibiésemos dinero y como si estos nos supusiesen un gasto.

Quiero animar con estas líneas al reconocimiento de los méritos de quienes están a nuestro lado. Deben tener en nosotros al fan más entusiasta. La esposa de Germán Dehesa, en lugar de extrañarse por la convocatoria, debería estar dispuesta a escribir una carta de queja al Presidente si se hubiera olvidado a convocar a su marido a una reunión como aquella.

“Y es que la proximidad provoca un paradójico distanciamiento”

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