Cicatería

Como decía una canción que estuvo de moda, yo también tengo el corazón “partío”. Nací en Aragón y llevo más de la mitad de mi vida en Catalunya, en Sabadell. Y por eso amo tanto a la comunidad en que nací y en la que paso mis vacaciones, Aragón, como a la otra, Catalunya, donde me gano el sustento y donde han nacido mi mujer y mis hijos. Y escribo esta carta porque me duele que haya pleito entre una y otra comunidad por el asunto de las obras de arte depositadas en el Museo Diocesano de Lleida y que, según mi opinión y la de otros muchos aragoneses, pertenecen a la diócesis de Barbastro. Me duele que Catalunya, valiéndose de mil subterfugios, no quiera devolver las obras de arte a la diócesis a la que pertenecen legítimemente, según ha reconocido el propio Vaticano. De la misma manera que he sido partidario de que los documentos de Salamanca que tenían que ver con Catalunya volvieran aquí, creo que es razonable y justo que las obras de arte de Aragón deberían volver a aquella comunidad. Emplear dos varas de medir distintas es una muestra de cicatería impropia de un país como Catalunya.