Promesas

Publicat el 02 de març de 2015 a les 20:46
Actualitzat el 08 de juny de 2018 a les 10:28
De las promesas a la realidad hay un buen trecho, y el comprometido acuerdo firmado por el Gobierno de Tsipras pone de manifiesto lo abrupta y tortuosa que puede llegar a ser la gestión de una negociación a varias bandas. La troika salió de escena y volvió disfrazada de las instituciones. Las reformas prometidas por Tsipras quedan reducidas a la mínima o desplazadas en el tiempo, ‘ad calendas graecas’. El mensaje desalentador de Syriza es simple: si hay que ir más despacio, se va. El problema de los populismos es que prometen lo que no pueden llevar a cabo. El primer impacto negativo no troncha la ilusión, porque casi todo el mundo entiende que los programas requieren tiempo para llevarlos a buen puerto, que a los Gobiernos se les juzga por lo que hacen en cuatro años, no por las tres primeras semanas. Claro que si las promesas estrella se aparcan definitivamente, algo posible, los sueños se desvanecen. Como dijo el antiguo gobernador de Nueva York, Mario Cuomo: se hacen campañas con la poesía, pero se gobierna con la prosa. En las campañas se predica, en el Gobierno hay que dar trigo y, si las cosas están mal, no hay más remedio que aumentar los impuestos. Se dice que pagarán los ricos, pero lo cierto es que se recurre a lo fácil, a limpiar los bolsillos a todos los ciudadanos. Transformar de raíz, un empeño a medida de los programas radicales, un país carcomido, tramposo y corrupto, es fundamentalmente una cuestión de voluntad política, el gran reto al que se enfrenta el Gobierno Tsipras. No es nada fácil, los griegos deben pasar de las musas al teatro, algo que los helenos dominaban. Al menos en la Grecia clásica.